31 oct 2013

38.- Conchita... "Sensaciones, Vibraciones" relatos

Conchita Alonso se adentra en las entrañas de estas emociones









   SENSACIONES


Me gustan los espejos y recrearme en ellos. Hay veces que al mirarme me imagino más bella que un nuevo amanecer, mis ojos brillan tanto como si en ellos se reflejasen las estrellas y mi sonrisa se expande refulgente, iluminando mi rostro y reflejando la dicha que llevo dentro. Pero no es más que una ilusión, en realidad es lo que quisiera ver de verdad.  Lo cierto es que cuando me vuelvo a mirar, lo que siento es otra cosa más deprimente y cruel, más oscura, es lo que refleja mi ser en los momentos en que me siento caer, como si me deslizase por un agujero helado y negro hasta el dolor verdadero, sin fondo,  sin destino, es como saber que nada voy a encontrar, esa nada que no sé lo que es pero que la presiento y sigo descendiendo sabiendo que nunca  llegaré al final porque allí no es donde termina la vida que se nos da.

Es mirar y no ver, escuchar y no oír, solo siento los latidos de mi corazón que son los que delatan mi vivir. Nada  me hace sentir ni estremecer, pero sé que estoy cayendo cada vez más en la  profunda oscuridad. Quisiera que fuese un sueño del que pudiese despertar, pero no lo es  porque todos mis sentidos están a flor de piel. Nada se mueve, nada resuena a mi alrededor, solo mi destructiva sensación de caer. De pronto, mi mano encuentra donde agarrarse, algo como si fuera un clavo ardiendo y lo aprieto para no soltarme, pero me quema y mi piel comienza a pegarse sin poderse desprender, y siento que pronto olerá como algo que arde en el fuego, pero en un atisbo  de consciencia delirante, percibo que se está deshaciendo entre mis dedos y que mis uñas se hunden en mi carne, y me doy cuenta de que tan solo era hielo.

Pienso que todo tiene un final, que este tormento que siento alguna vez acabará. Pero lo cierto es que nada me invita a vivir.  Nada me alivia, ni siquiera tengo lágrimas que enjugar, ni sonrisas que regalar, solo me acompaña la más brumosa soledad, ella es la que, sin piedad,  me empuja al abismo en el que estoy, ya todo quedó atrás, mis pensamientos me abruman y tengo miedo de morir y terminar.

Después, con sorpresa descubro que al menos algo se mueve en mí, pero solo es mi conciencia  y me digo que lo peor no puede estar tan mal, que la angustia un día se disipará y algo nuevo renacerá en mí, que las cosas pueden cambiar, que si el miedo se supera es porque existe el valor, que la oscuridad da paso a la luz y la tristeza a la alegría de sentir y que la soledad tampoco es tan aflictiva, pues al menos te propone libertad, sin ataduras, sin la obligación de amar, solo lo que yo quiera querer.

Percibo que me he detenido en mi descender, como si hubiese encontrado el final, pero al levantar la mirada en el negro de la oscuridad, allí arriba luce un poco de claridad y hago un esfuerzo sobrehumano para remontar, pero mi voluntad es tan débil como un tigre de papel y ¡es tan difícil seguir! Pero aún así, me obligo a mirar esa luz que cada vez está más cercana, ese despertar, ese deseo de volver a vivir, solo tengo que anhelar lo que, en realidad persigo, que las nubes desaparezcan y que el sol vuelva a brillar.



   VIBRACIONES


No me gusta contemplar ese cielo tan oscuro, ni ese duelo de titanes que provocan esos atronadores ruidos, ni esa fuente de luz enfurecida que en forma de rayos fulmina sin mirar en donde explota. Esa debe ser la furia de Dios, tan terrible, tan espantosa que solo un genio sorprendente puede crear.

Cuando estoy sola frente al mar, concibo esa inmensidad asombrosa, más cuando tuerce su gesto y empiezo a percibir su detestable aliento, corro a esconderme de ese mal que no respeta la vida que ella misma nos da, ni la hermosura, ni siquiera su propia belleza y grandeza.

Después, cuando todo ha pasado y ha dejado a su paso la hecatombe y la desgracia, vuelve arrepentida y nos muestra su cara más inocente y hermosa. Esa es la naturaleza que, después de provocar el mal, nos invade generosa con ese  azul y brillante cielo, con su sol caliente y suave o con su ardor que nunca cesa. Y nos pone una sonrisa en la boca y nos ofrece, sin condición, aquello que fácilmente le arrebatamos, lo que tramamos y lo que está por llegar.

Cuando recibimos su castigo, la acusamos de cruel y de perversa al robarnos, si llega el caso, la vida, sin comprender que solo es un aviso de lo que nos puede llegar, sin comprender nuestra culpa de ir maltratando aquello que tan generosamente nos ofrece sin pedirnos nada a cambio, solo respeto para nuestro propio bienestar.





 Conchita Alonso





2 comentarios:

  1. Muchas gracias por tu colaboración Conchita, magnífico y fluido como siempre, es un placer leerte
    Saludos
    MSol

    ResponderEliminar
  2. Sentimientos intensos narrados con gran pasión. Bonita prosa. Enhorabuena.
    Saludos

    ResponderEliminar