Nubes algodonosas se
elevan,
van por encima de las
copas de los pinos negrales,
tienen formas de
islotes irregulares
flotando en un mar
azul infinito y profundo.
El caminante sestea
con la cabeza apoyada en la base de un altivo pino,
sueña que navega y
flota en una de las nubes,
desde la altura
observa un enorme océano de verdes primaverales,
sólo, roto por
pedacitos de ocres, representan las parcelas de barbecho
labradas por el duro
metal de los arados...
Navega y navega,
dejándose llevar por un suave viento norteño,
a sus pies van
quedando diminutos espejuelos de plata...
La
laguna de Tamajon, las de Beleña, navajos de la Raña hoy,
poblados de níveos ranúnculos y alfombras amarillas
de colza,
pequeños pueblos:
La
Puebla de Valles, La Puebla de Beleña, La Mierla, Matarrubia.
Sierpes de asfalto y
alquitrán grisáceo desde el cielo,
pequeñas motitas
desplazándose por ellas…
son
los autos
glóbulos de colores
variados y variopintos,
moviéndose por las
sierpes,
de aquí para allá, de allá para aquí,
a veces sin mucho
sentido.
La pequeña nube
asciende y asciende,
ya no se observan
detalles sólo colores.
Los pantanos de Beleña y del Vado
son
pequeños charquillos
tras la tormenta,
los neveros del Lobo,
pequeñas motitas de polen,
todo es verde en esta
eterna e infinita primavera ayllonense.
Suena la música, las
oropéndolas, ruiseñores, mirlos y
abejarucos,
conforman un coro
multiforme de tonos y melodías...
sueña caminante y
navega en un viaje onírico
sin
retorno,
sueña y navega con tu nube entre mares de orquídeas y
amapolas.
(Ayllón primavera del
2016)