6 oct 2017

112.- Arévalo... "El espejo"








Desde tiempos remotos, el espejo ha ejercido fascinación sobre el espíritu humano. La imagen duplicada, triplicada o invertida que proporciona o esconde algo enigmático, en la superficie del agua, en cuarzo, en el espejo de metal o de cristal con amalgama, tiene una conexión asociativa con la capacidad humana de la autoconciencia, de la reflexión, de la percepción de la dualidad de la naturaleza humana.
Uno de los utensilios que están presentes en nuestras casas y en nuestra vida cotidiana es sin duda es el espejo,  nos sirve de guía para nuestra rutina. 
¿Os habéis parado a pensar por un momento lo necesario que es? él, sin palabras te dice si estas “en estado de revista” para salir a la calle. Te advierte del color de tu cara, puede decirte sin palabras: “tienes mala cara, observarte que a lo mejor estás enfermo”.  



Te ayuda en la tarea de acicalarte, de forma que te sientas favorecido. También te dice sin palabras ¡qué guapo! o ¡qué guapa estás!... algo que nos hace sonreír sin disimulo, solo te pide como recompensa que le mantengas limpio, para que él poder hacer su trabajo. Tampoco te exige tiempo, puedes estar cuanto quieras que no solo no protesta, lo que él quiere de ti es que sonrías de satisfacción. 
Nuestro amigo espejo prefiere que haya intimidad, cosa que le agradecemos, pero a pesar de que abusamos del tiempo, tampoco se altera. Es cierto que le ponemos en una de las habitaciones más íntimas de nuestra vida diaria, es testigo de todos nuestros actos, jamás mostrará enfado por lo que hagamos, solo se pone triste cuando nos duchamos y el calor húmedo deja una sombra de vaho sobre su superficie y a pesar de que le molesta, no se queja. 
No solo se queda ahí la importancia del espejo; desde el punto de vista filosófico tiene un gran valor para los humanos, de tal forma que tiene que hacer de juez neutral entre los humanos. Todos hemos oído alguna vez, frases como esta: “Antes de hablar, mírate en el espejo” Una advertencia de un dudoso comportamiento entre humanos. 


Ante los espejos, trabajan: cantantes, bailarines, danzantes, etc. Corrigen movimientos, aprenden unos de otros y sobre todo del regente que es el que dirige el evento. Todos mirándose en él para corregir errores.  
El trabajo en esta superficie pulimentada hace aflorar los sentimientos que albergamos hacia nosotros mismos. Según Séneca, el espejo era una herramienta para perfeccionarse a sí mismo. A la mayoría nos cuesta ponernos delante de él y enfrentarnos a nosotros mismos, por eso a este proceso lo llamamos "el trabajo del espejo". Pero a medida que persistimos en esta práctica y nos volvemos menos autocríticos, el trabajo se convierte en el juego, pronto, el deja de ser un rival y se convierte en nuestro compañero, en nuestro mejor amigo. 


 Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte
(JULIO CORTAZAR)


Arévalo