Tras la fría noche,
salen lágrimas de escarcha en la
madrugada,
pequeños lloros de soledades, que,
el sol convertirá en sutiles hilos de
niebla
y ascienden entre las orillas.
Despereza el río Tajo en una mañana de otoño.
los rojizos mimbres crepitan y desperezan,
son los rayos solares del mediodía,
suspiran por un verano que se fue.
los rojizos mimbres crepitan y desperezan,
son los rayos solares del mediodía,
suspiran por un verano que se fue.
No
llueve, hay sequía, pero,
los dorados álamos comienzan a desprenderse de,
su cansada hojarasca,
los empuja una arrebolada brisa norteña,
comienza a llover,
es la lluvia amarilla, que cubre el suelo
y las aguas lentas de las tablas del río.
comienza a llover,
es la lluvia amarilla, que cubre el suelo
y las aguas lentas de las tablas del río.
Sucede en otoño,
un otoño seco y estéril, mortecino y cruel,
que no tienen al padre a su lado,
dándoles arrullos y mimos, cuidados y atenciones,
el bosque ripario los tiene,
los madroños que huyeron del manto y,
habitan a media
ladera, murieron,
ocurre que a veces,
se paga con la vida el uso y disfrute de la libre
mancebía.
Fresnos, madroños, madreselvas,
intentan escapar ladera arriba,
observan las puestas de sol, los atardeceres de
oro,
ven a las truchas saltar tras las moscas de mayo,
libélulas y agriones danzan entre los carrizos
los juncos de las tupidas orillas fueron afortunados,
hoy solo son esqueletos de ocres hojas secas, que,
nos recuerdan un otoño en verano.