Revuelto en mis pensamientos pasa el tiempo,
y después de un rato amaina la tormenta, dejando todo en quietud, pero es una
quietud tan opresora que deja que escuche mis latidos con una asombrosa nitidez
y llega hasta mis oídos en un retumbe ensordecedor. Mi cuerpo esta rígido, como
paralizado, vislumbrando un hermoso atardecer, que aunque el sol está ausente,
me conmueve el paisaje y me regocijo en el. Consciente de este instante estoy,
y eso es especial, de un momento mágico que percibo de lo que me rodea, todo me
habla continuamente y me doy cuenta, las hojas del árbol bailando y cantando
suavemente su dulce canción, las aves que sobrevuelan y que invitan a la
imaginación, las nubes que corren al viento como si de una carrera se tratase,
las pequeñas gotas salpicando el suelo como campanillas, incluso los postigos
que ahora se mueven ligeramente con sus quejidos de bisagras, todo es clamor
escucharlo, y no necesito invitación para esto, es una orquesta que pareciese
no ordenada, sin embargo la escucho sublimemente ordenada, donde me
encuentro y percibo participe de ello...