24 feb 2014

56.- Javier Ayllón... "Tras la lluvia"












     Tras la lluvia el campito toma su peculiar cariz, todo es especial, diferente. Las flores del recién estrenado almendro quedan impregnadas de sus minúsculas gotitas y permanecerán pegaditas en sus pétalos, asemejando pequeñas bolitas de cristal donde adivinar el futuro, o donde se acicatearan las abejas... cuando por la mañana acudan en masa a probar su ambrosia, su néctar. Las esparragueras con sus hojas aciculares, asemejan candelabros de cristal de Bohemia a punto de romperse en mil pedazos con el mínimo roce de nuestros pasos...

Huele a suelo mojado, a humus de hojarasca, a humedad. Los líquenes amarillentos de los vetustos leños de los álamos están henchidos por aquella. Llueve ligeramente, el paseante va anotando en su cuaderno de campo los sonidos del mismo, el mirlo, el ruiseñor bastardo, las huidizas palomas, los verdecillos, pardillos o verderones. Apoyada su espalda contra el tronco del viejo pobo se resguardece de la lluvia… lluvia de la noche, que el raso de la noche convertirá en blanquecina cencellada mañanera.

La lluvia fecunda la tierra y la flora renace de la misma, el perejil silvestre (cicuta), los ajetes, el diente de león o los geranios… el paseante busca entre los chopos la única planta de pánace que conoce (Opoponax chironium) sabe que ya ha regresado a la vida y se alegra al descubrirla.

La lluvia empapa las arcillas de las terreras, las tiñen de ocres intensos, los rayos del sol obrarán el milagro y la puesta del mismo convertirán a estas en bellas formas en el paraíso…cielos rojos sobre el paraíso, pero lo que hoy el caminante busca en las terreras del río, recortadas sobre el cielo gris, es la figura del búho real, le apasiona, no tarda en descubrirla en un pequeño montículo, situándose uno frente al otro se observan mutuamente, sabedor este ultimo de su ventaja sobre aquel.

El “ojazos” como le llama cariñosamente, apenas aguanta unos segundos en ese rincón de la terrera, son unos instantes mágicos e irrepetibles, luego izará su pausado vuelo y recorrerá uno a uno sus posaderos nocturnos, y comenzara a ulular sabiéndose dueño de la noche, es su saludo hacia el caminante, que no es su enemigo. El sonido de una ambulancia rompe el silencio, la “gran vena” que es la nacional a Barcelona, está relativamente próxima y sus sonidos reverberan contra las terreras… una pareja de ánades reales sobrevuelan la escena y emiten su característico sonido de alarma que se mezcla con el aleteo de ambos, que siega el aire, el paseante y su perrita Sorpresa se dan por satisfechos.

Una suave y chispeante lluvia vuelve a caer sobre el suelo, sobre la madre TIERRA... sobre GAIA… el paseante imagina que son las lágrimas de su ausente compañera, aquella que tantas veces acompaño la escena… el Gran Duque (búho real) era su rapaz preferida.

Hoy amante, amiga y compañera no estás sola y tu hermoso y gran corazón oirá brotar la primavera. 

Ya de regreso las luminarias se reflejan en el río, son las velas que permanecerán encendidas toda la noche, en su recuerdo.

Ya de noche, sabe que está cerca el almendro en flor, por el aroma tan dulzón y delicado que exhala. 

El paseante sabe que la primavera traerá nuevos bríos, nuevos renaceres y amoríos… que tal vez se trate de una exultante primavera, pero hoy veinticuatro de febrero todavía todo es melancolía, tristeza y extrañeza del amor que se fue aquel día.

J.Ayllón    24 - 02- 2014