22 abr 2014

62.- Javier Ayllón..." La Hechicera"


Muchas gracias Javier por deleitarnos con todo lujo de detalles (tanto las fotos como el escrito) este paseo primaveral que has tenido estos días de vacaciones.
 



La cicindela -Cicindela campestris- harta de divagar por los caminos, un poquito a pie y otro volando, como en ella es costumbre, apresando larvas, ácaros o moscas,  se atreve a subir al labelo de la bella orquídea de los espejos -Oprhys speculum-, para mirarse la cara y acicalarse un poquito. Esta se siente orgullosa de la visita de aquella e incluso se permite realizar algún guiño al sol cuando sus rayos reflejan en ella. Se estira y pavonea entre sus compañeras, cual quinceañera piropeada.

  El grano de arroz -Iberis sp.-, tiñe de blanco la hojarasca del sotobosque del quejigar, es la última nevada, ya en el comienzo primaveral, pero esta vez de hermosos pétalos blanquecinos tendidos al sol Hormathophylla sp.- También colabora, se trata de la primavera que denomino “alba”, luego vendrá la “castellana” de tonos morados y azulados, la roja de ababoles o la amarilla, dependiendo de la alternancia en los colores de las especies en floración y su predominancia en el paisaje.



  Muchas especies comienzan su andadura vital,  los tarruguillos (Dictamus hispanicus), los iris o lirios, con cuatro especies en el areal, Iris germanicaIris lutescensIris foetidissima e Iris pseudacorus, este último presente en los bordes del arroyo y de flores amarillas. Los tres primeros darán ese tono castellano, morado, de capuchinos al paisaje.   
Las globularias, las escorzoneras, las aristoloquias (ya en flor) y por supuesto las orquídeas, CephalanterasO. scolopaxO. luteaO. speculumO. sphegodes. Un ejército de ellas dispuestas a convertir la primavera del 14 en todo un espectáculo.   Mientras observo estas especies, sucede el ocaso, el atardecer de esta calurosa tarde abrileña, el sol se sitúa en paralelo al suelo y sus rayos se cuelan entre los leños de los robles-quejigos, tiñendo de un verde primaveral las recién nacidas hojas de los arboles, ese verde casi amarillento tan bello para el ojo de quien sabe apreciarlo… tierno y caluroso, suave y delicado. 


  Me dejo caer al suelo, sobre la hojarasca seca de los robles y apoyo mi espalda sobre el vetusto roble, al borde del camino le oigo latir, bombear su savia obtenida en sus profundas raíces hasta su alta copa y sus tiernas hojas, está contento por permitirle disfrutar de una primavera más y a la vez esperanzado de que en esta estación recién estrenada, anide y crie el cuco entre sus ramas, como lo hizo el pasado año, o que los herrerillos le vengan a visitar, y el agateador trepe por sus ramas y busque entre las grietas de aquellas el sustento para sus cría.   Este invierno el tejón -Meles meles-, (me encanta su nombre en latín), lo pasó en la covacha que horadó entre sus raíces y ansía que esta primavera se anime a traer una damisela a su hogar y juntos saquen adelante a una prolífica familia.  
  El hombre envidioso de la longevidad del vetusto roble acabará algún invierno con su vida, pondrá mil escusas: que ya era muy viejo, que estaba enfermo, que era un peligro para los que pasean por el camino en los días de viento, que había que aprovechar su leña. Menos mal que el sabio quejigo fue listo y tuvo mil hijuelos en sus años buenos de vecera, sus bellotas fueron esparcidas por los arrendajos a recónditos lugares en la espesura del bosque y allí sobrevivirán, lejos del frío acero de las motosierras y las hachas.



   Ojalá que algún día no lejano, el ser humano reconozca su limitación como especie, deje de ser tan envidioso y deje a los brinzales crecer y que estos se conviertan con el paso de los años en frondosos y esbeltos ejemplares arbóreos y no nos dejen ver el bosque… ¡ojalá!   Un macho de mirlo, ubicado en lo más alto de la copa lanza su trino de aprobación, algún día la hiedra alcanzara la última rama del anciano roble y por sus gruesas raíces treparan los muchachos de Tendilla a jugar y valorar el espectáculo de una  puesta de sol sobre el horizonte desde el anciano roble de la Hechicera. 
  Dos ciclistas, madre e hija pasan próximas al "abuelo", un ruiseñor bastardo las piropea desde el carrizal del arroyo, es la primavera en todo su máximo esplendor, en estado puro, todo bulle alrededor, es la primavera en La Hechicera. El paso del tiempo es un dios insaciable que no hace distinciones entre seres humanos. 




Tendilla un catorce de abril del 14. J. Ayllón