¿Por qué será que los escritos de
Conchita se nos hacen cortos?
Siempre nos fijamos en el precioso azul del cielo cuando nuestra razón sueña quimeras o busca felicidad. Pero cuando nos sentimos tocados por la tragedia, nos damos cuenta de que por debajo existe un infierno, cuando nuestros ánimos caen por los suelos, cuando la vida golpea sin piedad y muestra lo irreparable, la angustia inexorable, lo que ya nada se puede hacer porque no existe el remedio.
No hay felicidad que se pueda comparar en intensidad con el sufrimiento que desencadenan los portazos de la vida que se va. Confías en que se produzca un milagro, y te entregas en las manos de los hombres, pero al primer tropezón le siguen otros más, y el alma, eso que no sabemos lo que es ni donde está, se va destrozando como si un puñal la desgarrase.
Sabemos que tiene que llegar, que será una liberación, pero la incertidumbre nos martiriza y no hay consuelo, solo aceptación que mitigue el dolor y la insumisión.
Se puede ser feliz parte de toda una vida, pero no se puede resistir ese miedo inagotable que nos domina, ni aunque se intente pasar página y olvidar la tragedia vivida. El miedo nunca se va cuando ha llamado a tu puerta y lo peor es que tienes que dejarle pasar porque, sin quererlo, se cuela.
Envidio a los que tienen fe, a los que asumen lo que les llega, a los que no sufren porque se han dejado iluminar.
Todo llega, todo pasa, lo peor son las huellas que van minando la fortaleza.
Conchita Alonso 29/01/2014
Gracias reina por estas joyas literarias
ResponderEliminarun placer leerte Conchita
saludos
MSol
¡Que gran verdad y que bien contada! Hay mucha tristeza en esta intensa narración, pero también mucha belleza. Gran trabajo.
ResponderEliminarNo sé que decirte Marisol. Solo gracias, sin tus ilustraciones no sería lo mismo.
ResponderEliminarY a tí Rafael, que hay momentos para todo, pero lo mas triste es lo que más nos llega. No dejes de seguir deleitándonos. Gracias.