20 feb 2018

121.- Arévalo... "Clara Campoamor" defensora de la mujer


             
                                                                                            



 Sin necesidad de declararse feminista...

Mucho se ha habla hoy en día, del derecho de la mujer en la democracia, lo podemos constatar en la mayoría de  los programas de TV; hablamos entre otros del derecho al voto, algo que ahora no se cuestiona, pero que tuvo que pasar por muchas vicisitudes para conseguirlo; que fue muy discutido y cuestionado por políticos de ambos sexos, en el periodo de la segunda república; convencidos que era de justicia por una parte, pero sin embargo por prejuicios de ciertos sectores de la izquierda que temían, que debido a la cultura religiosa imperante en esos momentos, sirviera para dar el triunfo a la derecha de nuestro país, por lo que parecían más enemigos más que adversarios en esos momentos.
En esta lucha por conseguir el derecho, destaca Clara Campoamor: una de las componentes de una pléyade de brillantes mujeres que surgieron en la década de los años veinte y que brillaron en la siguiente con la República; que fueron el embrión de la lucha por los derechos de la mujer, que hoy ya nadie pone en duda.
¿Por qué ese brillo que destacamos? La sociedad de aquel tiempo no reconocía como se ha visto después, los derechos de la mujer cuestionados por una moral imperante, que hubo que cambiar, pero, ¿quién era esta activista de la que ahora se habla poco? porque, no nos engañemos la sociedad sigue avanzando, olvida a algunas personas brillantes, surgen otras, con nuevas ideas, nuevas formas de entender la vida; y pasan al territorio del olvido. 
Algunos datos biográficos de esta gran mujer:Nació en Madrid a finales del siglo XIX cuando la tasa del analfabetismo femenino rondaba el 80 %. Su padre contable de un periódico, despertó en ella la curiosidad por la noticia y por los artículos de opinión, en unos momentos cruciales de la política española muy vapuleada por la pérdida de las colonias, y el despertar de los intelectuales que conseguían una cierta inestabilidad, política y social, con sus exposiciones de la marcha de la vida política en nuestro país; que no era especialmente buena.  


Hechos que despertaron en ella, una toma de conciencia y un concepto del recto proceder de la justicia. La muerte de su padre cuando ella tenía diez años, obligo a dejar los estudios y trabajar como modistilla telefonista y de dependienta. Pero estos hechos no doblegaron a esta mujer, que a los 21 años logró por oposición una plaza de auxiliar del cuerpo de telégrafos, con destino en San Sebastián. Pero esto, no colmaba sus aspiraciones; porque al mismo tiempo sacó unas oposiciones al Ministerio de Instrucción Pública, sacando la primera plaza.
De vuelta a Madrid, como profesora de taquigrafía, traductora de francés y dando clases de mecanografía; lo que no fue obstáculo para que sacara su bachillerato. Lectora incansable, hicieron de ella, que fuera ideando el estilo que demostraría después en el parlamento, para ello se licenció en derecho y se inscribió en el Colegio de Abogados de Madrid, siendo la segunda mujer que lo haría: Un mes antes ya lo había hecho Vitoria Kent. Su ideología muchos pensaron que era socialista, pero ella se declaraba, demócrata, republicana liberal, laica y feminista. 


Con la llegada de la República, se afilia al partido Radical de Lerroux, partido que coincidía con los principios de su pensamiento de liberalismo y laico, que ella había defendido hasta entonces. En una de sus brillantes actuaciones parlamentarias, cuando aun se cuestionaba el centro político en España dejó este interesante fragmento que dice así: 
<< No dejéis a la mujer, que, si es regresiva, que su esperanza estuvo en la dictadura. No dejéis a la mujer que piense si es avanzada que su esperanza de igualdad está en el comunismo>. Esto indignó tanto a conservadores como a marxistas. 
La mujer por entonces, no podía ser electora, pero en cambio podía ser elegida que contrasentido, pasado este tiempo que se nos antoja ridículo, hasta que consiguió el acta de diputado por el citado Partido Radical, en el año 1931, poniendo todo su empeño en conseguir que la mujer tuviera los mismos derechos que los hombres en contra del criterio de su propio partido.


Los obstáculos se sucedían uno de tras de otro, incluso con clara oposición a Victoria Kent la otra gran defensora de los derechos de la mujer, porque estaba convencida de que el confesionario haría cambiar el voto femenino, por lo que esto podía beneficiar a la Iglesia.
Es decir, todas las trabas que se pusieron a la consecución del voto femenino procedían “de la caverna masculina, de los defensores del patriarcado y de su propio partido” 
Durante esta campaña las dos mujeres presentes en el Congreso tuvieron que soportar todo tipo de comentarios de menosprecio; y de burla hacia la mujer. Ellas en cambio nunca se declararon feministas para conseguir sus objetivos considerando que; para la lucha por los derechos de la mujer, no es necesario ponerle adjetivos. Pero se la guardaron; cuando en 1934 gana la derecha, todos la culpan del resultado que se la atribuyen a ella; de ahí surge la rivalidad entre ambas, a pesar de que en principio las dos defendían los derechos de la mujer. 
Cae en el ostracismo. La guerra le pilla en Madrid, donde le avergüenza la crueldad de los milicianos. Parte al exilio, odiada por ambos bandos. Ya no pisará su patria. El cáncer logrará, lo que no pudieron el machismo primero, ni el extremismo después. Murió en Lausana (Suiza) tres años antes que Franco. No le fue dado contemplar la Constitución que recoge el fruto perenne de su empecinamiento.



Escrito por Arévalo

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